miércoles, 12 de agosto de 2015

Como cantar al unísono


¿Alguna vez escuchaste un coro cantar? Imaginate un coro donde nadie le hace caso al director, el tipo revolea los brazos con gran entusiasmo intentando marcar un inicio coordinado, al unísono, pero los coristas hacen lo que quieren. Algunos están muy entusiasmado por cantar en el coro así que prestan atención e inician su canto a la señal del director, pero sin embargo no tienen ni idea cuál es la nota con la que deben comenzar, nunca les quedó claro.

Hay otros coristas que hace mucho que están en el coro, incluso antes que el propio director, y de tanto ensayar, repetir, hacer lo que les dicen, se los comió el desgano y la frustración. Entre los coristas también están los que les gustaría que el coro funcione bien, gane competencias y cante cada día más lindo, pero no están cómodos con el lugar que les asignaron. Hay tenores cantando como barítonos, y sopranos que fuerzan su registro para cubrir la ausencia de mezzosopranos; esa gente se siente exigida, y cuando se lo han dicho al director éste les dice que por ahora no es lo que tienen. 

También están los solistas, los que les encanta el protagonismo y la responsabilidad de un solo, tanto que incluso uno tendería a pensar que el resto del coro es un absoluto lastre para ellos. Generalmente cantan muy bien, pero les cuesta acompasar su canto y su esfuerzo con el resto de los cantores.

El coro no tiene claro si ensayan para competir en concursos de coros, o si más bien el objetivo es juntarse, cantar y pasarla bien. Tal vez por dinero, o por amor al arte, cualquiera sea el propósito, no está claro.
A pesar de las dificultades el coro canta. Canta como puede, cada uno en su nota, canciones diferentes, con ritmos distintos, según a los coristas les va pareciendo que tienen que cantar. Se escucha feo, se pierde tiempo, el hastío se acentúa y los coristas, poco a poco, empiezan a dejar de creer que valga la pena, dejan de creer en sus compañeros, en ellos mismos.

Algo así sucede a veces en las organización e instituciones, en las empresas o en los colectivos de gente que se junta por ahí para hacer algo juntos. Hay momentos en que se pierde el para qué estamos, tanto que si alguien les preguntase, cada uno daría una versión diferente. Tal vez creas que alcanza con que “el manda más” lo tenga claro, al fin y al cabo el resto solo tiene que seguir sus indicaciones y el buen rumbo queda garantizado. Pues no, la verdad es que no alcanza; la cosa es más compleja. Tal como sucedía en el coro cabe la posibilidad de no hacerle caso al director, puede que la gente esté tan frustrada, cansada, incómoda o exigida que decidan guiarse por sus propios criterios y redondamente ignorar al jefe. Puede que los objetivos no hayan sido claramente enunciados nunca, o que las directivas dadas no sean apropiadas a las condiciones en que se desarrolla la tarea.
En fin, creo que la analogía con el coro está clara, y que más o menos podés ir imaginando los escenarios posibles en una empresa, institución o colectivo cuyos integrantes no logren “cantar al unísono”. La cuestión es qué hacer cuando esto sucede, cómo solucionarlo. Bueno, no hay recetas, hay opciones. La primera opción que se debe tomar es si queremos o no ese orden desordenado que el coro encontró para funcionar. Parece fácil la respuesta, pero requiere ser pensada con honestidad. ¿Queremos funcionar distinto? ¿queremos dejar definitivamente algunas actitudes de queja, comodidad y enojo, para adoptar otras más propositivas? ¿estamos dispuestos a asumir las consecuencias (esfuerzo, paciencia, procesos, cambios)?

Si la respuesta es honestamente que sí, entonces conviene intentar identificar los nudos fundamentales, aquello que entorpecen el funcionamiento y caldea el clima de convivencia. Revisemos todo y a diferentes niveles; condiciones materiales, vínculos humanos, sensibilidades, discursos, tradiciones, exigencias, logros. Todo lo que nos ayude a tener una visión global de cómo funcionamos y desentrañar esos mecanismos que nos trajeron hasta donde estamos.
 
Casi que inmediatamente se desprende la necesidad de tomar acciones para cambiar es favor del deseado canto afinado. Pero las acciones no pueden ser espontáneas, descoordinadas y aisladas unas de otras, más bien deben formar parte de un plan, de una serie de acciones y decisiones planificadas y meditadas. Es muy importante que las decisiones que se tomen sean coherentes con lo que se quiere lograr, tienen que estar perfectamente alineadas el medio con el cometido. Si quiero que las sopranos se sientan cómodas, coherente sería pedirles específicamente que canten dentro de su registro, no cambiarles la canción.

Habrás notado que la tarea de encarar el cambio no le corresponde ni específica ni exclusivamente a una persona, sino al conjunto. Cantar lindo o feo es un tema de todo el coro, cada uno desde su lugar es responsable de una parte, del éxito o fracaso que puedan alcanzar.





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