¿Alguna vez escuchaste un coro cantar? Imaginate un coro donde nadie
le hace caso al director, el tipo revolea los brazos con gran
entusiasmo intentando marcar un inicio coordinado, al unísono, pero
los coristas hacen lo que quieren. Algunos están muy entusiasmado
por cantar en el coro así que prestan atención e inician su canto a
la señal del director, pero sin embargo no tienen ni idea cuál es
la nota con la que deben comenzar, nunca les quedó claro.
Hay otros coristas que hace mucho que están en el coro, incluso
antes que el propio director, y de tanto ensayar, repetir, hacer lo
que les dicen, se los comió el desgano y la frustración. Entre los
coristas también están los que les gustaría que el coro funcione
bien, gane competencias y cante cada día más lindo, pero no están
cómodos con el lugar que les asignaron. Hay tenores cantando como
barítonos, y sopranos que fuerzan su registro para cubrir la
ausencia de mezzosopranos; esa gente se siente exigida, y cuando se
lo han dicho al director éste les dice que por ahora no es lo que
tienen.
También están los solistas, los que les encanta el protagonismo y
la responsabilidad de un solo, tanto que incluso uno tendería a
pensar que el resto del coro es un absoluto lastre para ellos.
Generalmente cantan muy bien, pero les cuesta acompasar su canto y su
esfuerzo con el resto de los cantores.
El coro no tiene claro si ensayan para competir en concursos de
coros, o si más bien el objetivo es juntarse, cantar y pasarla bien.
Tal vez por dinero, o por amor al arte, cualquiera sea el propósito,
no está claro.
A pesar de las dificultades el coro canta. Canta como puede, cada uno
en su nota, canciones diferentes, con ritmos distintos, según a los
coristas les va pareciendo que tienen que cantar. Se escucha feo, se
pierde tiempo, el hastío se acentúa y los coristas, poco a poco,
empiezan a dejar de creer que valga la pena, dejan de creer en sus
compañeros, en ellos mismos.
Algo así sucede a veces en las organización e instituciones, en las
empresas o en los colectivos de gente que se junta por ahí para
hacer algo juntos. Hay momentos en que se pierde el para qué
estamos, tanto que si alguien les preguntase, cada uno daría una
versión diferente. Tal vez creas que alcanza con que “el manda
más” lo tenga claro, al fin y al cabo el resto solo tiene que
seguir sus indicaciones y el buen rumbo queda garantizado. Pues no,
la verdad es que no alcanza; la cosa es más compleja. Tal como
sucedía en el coro cabe la posibilidad de no hacerle caso al
director, puede que la gente esté tan frustrada, cansada, incómoda
o exigida que decidan guiarse por sus propios criterios y
redondamente ignorar al jefe. Puede que los objetivos no hayan sido
claramente enunciados nunca, o que las directivas dadas no sean
apropiadas a las condiciones en que se desarrolla la tarea.
En fin, creo que la analogía con el coro está clara, y que más o
menos podés ir imaginando los escenarios posibles en una empresa,
institución o colectivo cuyos integrantes no logren “cantar al
unísono”. La cuestión es qué hacer cuando esto sucede, cómo
solucionarlo. Bueno, no hay recetas, hay opciones. La primera opción
que se debe tomar es si queremos o no ese orden desordenado que el
coro encontró para funcionar. Parece fácil la respuesta, pero
requiere ser pensada con honestidad. ¿Queremos funcionar distinto?
¿queremos dejar definitivamente algunas actitudes de queja,
comodidad y enojo, para adoptar otras más propositivas? ¿estamos
dispuestos a asumir las consecuencias (esfuerzo, paciencia, procesos,
cambios)?
Si la respuesta es honestamente que sí, entonces conviene intentar
identificar los nudos fundamentales, aquello que entorpecen el
funcionamiento y caldea el clima de convivencia. Revisemos todo y a
diferentes niveles; condiciones materiales, vínculos humanos,
sensibilidades, discursos, tradiciones, exigencias, logros. Todo lo
que nos ayude a tener una visión global de cómo funcionamos y
desentrañar esos mecanismos que nos trajeron hasta donde estamos.
Casi que inmediatamente se desprende la necesidad de tomar acciones
para cambiar es favor del deseado canto afinado. Pero las acciones no
pueden ser espontáneas, descoordinadas y aisladas unas de otras, más
bien deben formar parte de un plan, de una serie de acciones y
decisiones planificadas y meditadas. Es muy importante que las
decisiones que se tomen sean coherentes con lo que se quiere lograr,
tienen que estar perfectamente alineadas el medio con el cometido. Si
quiero que las sopranos se sientan cómodas, coherente sería
pedirles específicamente que canten dentro de su registro, no
cambiarles la canción.
Habrás notado que la tarea de encarar el cambio no le corresponde ni
específica ni exclusivamente a una persona, sino al conjunto. Cantar
lindo o feo es un tema de todo el coro, cada uno desde su lugar es
responsable de una parte, del éxito o fracaso que puedan alcanzar.
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