En principio todos queremos a los super héroes, por algo son héroes.
Arriesgan sus vidas para salvar las de otros, se esfuerzan al máximo
para pelear contra los males de este mundo y rescatar a los débiles
que están en peligro porque si no fuera por ellos terminarían mal.
Todo eso es cierto, pero no lo es todo.
Miremos la misma situación
desde otro punto de vista y hagamos la siguiente lectura: los héroes
se meten sin que nadie los invite, aparecen de repente en un lugar,
interpretan la escena y rápidamente deciden quién es el bueno y
quién es el malo, a quién hay que salvar y de qué. Sinceramente
para mi ese sería otro súper poder, porque en la vida real eso de
juzgar y sacar conclusiones rápidas no me resulta tan fácil. Por lo
general cuando lo hago me equivoco, decido por alguien y termino
metiendo la pata.
Si cualquiera se metiera así en mi vida, apareciera de repente sin
ser invitado, y se tomara la atribución de decidir por mi lo que me
hace bien o mal, lo que me conviene hacer y lo que no, y con toda
seguridad dijera lo que es es bueno para mi, lo tomaría como un
atrevido y metiche. Seamos honestos, ninguno de nosotros en su sano
juicio aceptaría tranquilamente que otro se haga el súper héroe y
se meta en nuestras opciones de vida.
Primer error del héroe: cree que sabe lo que es mejor para los
demás.

¿Les suena esto? ¿Lo han escuchado alguna vez? Y lo que es más
importante, ¿lo han dicho alguna vez? A quienes alguna vez hemos
dedicado al menos media neurona, algunos minutos y un poquito de
sensibilidad para darle algo propio a otro, eso se nos pasó por la
cabeza. Porque cuando damos algo nos sentimos bien con nosotros
mismos, el ego se regocija y sentimos que valemos. Es cierto,
ciertamente valemos y mucho, tanto más si estamos dispuestos a
desprendernos de algo propio para compartirlo. ¿Pero dónde queda el
otro en todo esto? ¿Dónde queda el valor de ese otro que recibe de
nosotros algo que muchas veces ni siquiera pidió? ¿estamos
dispuestos a recibir? Más bien yo diría que la mayoría de las
veces nos sorprendemos cuando nos ofrecen ayuda o comparten con
nosotros un pedazo de torta dulce.
Segundo error del héroe: desconoce que los otros también tienen
algo para dar, también son valiosos.
Probemos de nuevo hacer una lectura distinta y mirar más allá: el
héroe llega a la escena, rescata a una víctima pero nadie lo llamó;
¿por qué está ahí? Porque quiere.
Cuando nos hacemos los héroes lo elegimos, siempre es una opción
que tomamos. Nadie nos obliga, ni siquiera la terrible circunstancia
de estar frente a una injusticia. Claro que apremia, que presiona,
que angustia y moviliza, pero siempre tengo la opción de intervenir
o de quedarme en el molde, y si intervengo elijo el cómo y cuánto.
Decidimos renunciar a nuestra comodidad, decidimos asumir
responsabilidades que en principio no nos corresponden, decidimos
trabajar gratis, dormir menos, comer mal, rendir al 101%. Y aunque
nos estemos acercando a la vida de un mártir la renuncia y esfuerzo
tiene sentido, nos reconforta y dignifica como personas porque es una
opción que cada uno hace respecto a cómo gastar la vida. Por eso
nos sentimos bien.
Tercer error del héroe: no sabe que el otro también se dignifica
cuando decide, también puede elegir qué hacer con su vida; y tengo
noticias, es altamente probable que elija algo con lo que nosotros no
estamos de acuerdo.
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