-Tu problema Cami, es que nada te da igual.
Palabra más, palabra menos algo así fue que me dijo mi amiga un día que yo le contaba mis angustias y preocupaciones sobre vaya uno a saber qué tema. Fue rotunda en su declaración y terriblemente certera. Ahí estaba yo, soltando un montón de argumentos y explicaciones que justificaban mi mal estar, desconformidad y probablemente hastío, como tantas otras veces habíamos hecho las dos. Pero ese día, cuando la escuché decirme que mi problema era que nada me era indiferente fue como haber puesto el freno de mano de repente. Me quedé pasmada ante semejante revelación: ese es mi problema. Y me reí, mucho.
Hasta ese momento había pensado que esa era mi virtud, una de ellas por cierto. Creía que preocuparme y comprometerme con cuanta causa justa se me atravesara era un valor, y que las injusticias debían ser denunciadas sin excepción. Así las penas ajenas muchas veces terminaban siendo propias, las preocupaciones y problemas de los demás eran asuntos que, en mayor o menor medida, terminaba pensando cómo solucionarlos o al menos cómo ayudar.
Error. Tremendo error vivir así. No solo porque es muy tonto e ingenuo de mi parte, sino porque es tremendamente pesado y agotador.
Después de esa charla empecé a pensar qué pasaría si me fuera al otro extremo, si todo me importara nada. Si no tuviera causas que me movieran, si justo e injusto fueran lo mismo para mi, si alcanzar un objetivo o fracasar tuvieran el mismo valor, si perder o encontrar a alguien valioso me fuera indiferente.
Error. Tremendo error vivir así. No solo porque sería muy tonto e ingenuo de mi parte, sino porque es tremendamente vacío e insípido vivir así.
Hace un tiempo que me di cuenta que no puedo sacarme de encima eso de que la vida me afecta, soy así, va a ir conmigo siempre. La gente me importa, sigo prefiriendo lo profundo a lo superfluo, la alegría al sufrimiento, la amistad, la confianza y las ganas, antes que la apatía, la traición y el desgano. Pero también aprendí que no es conveniente dar todas las peleas, el mundo no se va a caer si dejo de preocuparme, los demás también tienen la fuerza y la sabiduría para solucionar sus propios problemas, y si no... sigue sin ser mi problema.
La verdad es que más me vale administrar las fuerzas, moderar las expectativas, aprender a lidiar con la frustración y la incertidumbre, batallar con lo propio que ya es bastante, que andar cargando mochilas ajenas. Ojo que no estoy hablando de ser egoístas, ese es un extremo que te lleva directamente a la soledad y la mezquindad. Me refiero a ser justos, buenos, cuidadosos, amorosos y solidarios primero con nosotros mismos.
Así que cada tanto hago mías las palabras de Rhett Butler (Clark Gable) cuando en la escena final de la película Lo que el viento se llevó le dice a su amada Scarlett O'Hara (Vivien Leight): “Francamente querida, me importa un comino.” Palabras más, palabras menos dependiendo del doblaje.